La Fraternidad 1877

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Supremo consejo grado 33°
del Rito Escoces Antiguo y Aceptado
para la Republica Argentina.

Excélsior

Canto al Humanismo Escocista
- Artifex additus artifici -

“¡Gran milagro, oh Asclepio, es el hombre!”
Hermes Trismegisto.


El pensamiento masónico, del cual un erróneo análisis superficial podría limitarlo a una especie de sincretismo, es en realidad la conciencia de una multiplicidad de visiones que pueden integrarse entre sí y ser susceptibles a una armonía superior, una visión pr ofunda y sin preconceptos que eleva a la francmasonería a una dignidad y condición en la cultura occidental que se merece por derecho. El concepto de “búsqueda de la Luz”, una de las piedras angulares del pensamiento masónico, es un concepto típico del neo platonismo humanista. Para los neoplatónicos, comprender la verdad con los propios medios era imposible, la mente humana, de hecho, es comparable a un ojo que necesita luz para ver. Este pensamiento, por lo tanto, no puede ser identificado a granel como el todo heterogéneo de opiniones y creencias, sino que se caracteriza más bien por un ideal y una amplia gama de intereses espirituales e intelectuales que cada persona puede entonces combinar con una variedad de opiniones filosóficas, morales y ética personal.

Estos valores y principios son los que plantea la filosofía humanista del R.E.A.A., en particular asimilados en el pensamiento de hombres como Giovanni Pico della Mirandola. Entre las muchas obras que escribió durante su corta vida se destaca un breve texto, de apenas siete páginas conocidas tras su muerte como “Oratio de hominis dignitate”, aunque en realidad no era sino la introducción que tenía pensada para el debate romano de sus 900 tesis en pleno auge de los “Studia Humanitatis”. Recurriendo al Génesis, Pico abre su Discurso narrando cómo el hombre fue creado por el supremo hacedor, un demiurgo que teniendo a mano el universo de los arquetipos eternos va poniendo “orden al caos” y, a la vez, creando todos los seres vivos. Cuando el demiurgo notó que había agotado todos los modelos de que disponía para formar el cosmos y aún no habiendo creado a un ser capaz de comprender su inmensidad y dar razón de él, se vio necesitado de crear desde la nada a aquel viviente, el ser humano. Y lo creó sin condicionamientos, sin una naturaleza en la que fijarse, le dio un aspecto propio, indefinido, incompleto, abierto a todas las posibilidades, “condenándolo a ser demiurgo de si mismo”.

Pero fue con Petrarca, que vivió de 1304 a 1374, que el movimiento humanista renacentista surgió en Italia. A partir de allí, conquistó rápidamente toda la Europa cultivada, gracias a la invención de la imprenta. Al principio se desarrolló un humanis mo cristiano en los círculos religiosos con el fin de lograr una síntesis entre los e scritos antiguos y la tradición escolástica. Luego en el siglo XVI el humanismo se secularizó y asiste a la edad de oro con grandes figuras como Erasmo, Tomás Moro, Rabelais o Guillaume Budé, entre otros . Este humanis mo aboga por el retorno a las fuentes de los antiguos países y busca recuperar la autenticidad del pensamiento antiguo, perdido bajo las múltiples interpretaciones cristianas de la Edad Media. Cultiva y promueve la aspiración a conocer las posibilidades humanas, así como la reflexión del hombre sobre sí mismo, según la inscripción en el frontis del templo de Delfos “Conócete a ti mismo”. Se opone a todo lo que obstruye el desarrollo de la mente y rechaza toda autoridad arbitraria. Sus representantes lideran una triple batalla que afecta a la educación, la religión y la política, ellos abogan por una educación liberal caracterizada por el respeto a la personalidad y la ausencia de adoctrinamiento. La política debe caracterizarse por el amor al pueblo, y el deseo de equilibrio entre los poderes. Se niegan a reconocer los dogmas de la Iglesia, pero no están en contra de la religión.

Los filósofos de la Ilustración (Montesquieu, Diderot, d'Alembert, Voltaire, Rousseau) serán los continuadores de los humanistas del Renacimiento, ellos dieron origen a lo que llamamos la filosofía moderna que desarrolló el humanis mo y que culmina en el siglo XVIII con la Ilustración. Esta quiere entender el mundo y la vida a través de la observación y la experimentación. Se niegan a creer sin comprender. Usan sus habilidades de pensamiento crítico, cuestionan todo. Para ellos, las capacidades creativas de la razón humana son capaces de mejorar las condiciones de vida. Esa es la idea del progreso. Iluminada por la razón y el conocimiento, quiere expulsar la superstición basada en el miedo o la ignorancia. Esta filosofía consiste esencialmente en una afirmación de la noción de libertad de pensamiento, libre albedrío, independencia, tolerancia, apertura y curiosidad. “Sapere aude” es su lema: ten el valor de usar tu propio entendimiento. Fue en este momento que nació la moderna francmasonería, en este movimiento de apertura y humanis mo cristalizado por los filósofos de la iluminación. En este siglo, filósofos y francmasonería persiguieron objetivos similares, la misma búsqueda de los factores del progreso de la humanidad. Los grados filosóficos ya formaban parte de la élite de la Sociedad, se extendieron por toda Europa y contribuyeron fuertemente a difundir las ideas y el espíritu de las reformas humanistas de la Ilustración en lugares políticamente estratégicos. Los principios y enseñanzas del R.E.A.A. concentraron todas las características de la filosofía humanista, especialmente las del Siglo de las Luces, y el Escocismo estaba en su sustancia:

  • es una llamada escuela de pensamiento donde el discurso y la discusión entre los Hermanos promueven el desarrollo intelectual y moral con el fin de aprender a comprender, comprender para progresar, aprender a educar.
  • es fuente de sabiduría, porque no sólo cultiva una ética de la responsabilidad, sino que también fomenta la adquisición de conocimientos que harán del masón escocista un hombre culto, útil a la sociedad y consciente de la posibilidad de dirigir su evolución.
  • promueve la tolerancia; todas las ideas filosóficas, sociales, políticas o de otro tipo son iguales a sus ojos.
  • no permite ningún límite a la libertad de conciencia y no obstaculiza la razón o el sentimiento. Se requiere libre albedrío.
  • lucha por los derechos humanos y protesta contra toda injerencia en la dignidad humana.
  • se opone a cualquier adoctrinamiento.
  • no admite ninguna de las barreras que compartimentan a los grupos humanos en la vida ordinaria: raza, religión, origen, profesión, riqueza, educación.
  • invita a practicar la caridad con los más necesitados. Por ello es el heredero del espíritu humanista del siglo XVIII y ha sido capaz de preservarlo durante todas las turbulencias causadas por las difamaciones y persecuciones políticas que tuvieron lugar durante el siglo pasado.

Ya se trate de una partitura o de una alianza entre hombres, es siempre algo más lo que nos lleva a la búsqueda de un equilibrio. El arte, en todas sus manifestaciones, no estará ajeno a este movimiento de la Humanidad. Mozart con sus geniales crea ciones junto con sus esfuerzos y sacrificios por fraguar al músico-hombre sobre el músico-siervo de entonces, y pronto Beethoven y Schiller nos dirán en el himno de la Novena Sinfonía: “Alegría! Hermoso destello de los dioses, hija de Eliseo! Ebrios de entusiasmo estamos, diosa celestial en tu santuario. Tu hechizo une de nuevo lo que la acerba costumbre había separado, todos los hombres vuelven a ser hermanos, allí donde tu suave ala se posa”. Todos estos ideales que habitan en el corazón de la Masonería s e conservan vivos y presentes a lo largo del tiempo por la esperanza, muchas veces fundamentada por algunos logros palpables y tangibles, de la redención humana. Aquella que nos plantea Víctor Hugo en “Los Miserables”, esa luz que brilla aún en los abismos más oscuros y tenebrosos, esa posibilidad latente en el hombre de expandir aquello que llamamos Bien por sobre el error . El psicólogo y místico Maurice Nicoll ilumina desde su obra “El hombre nuevo” entendiendo a la idea del bien por encima de la verdad, y como igualador de los hombres. Dice el profesor: “Obrar debido a la comprensión del bien de lo que uno hace no puede producir ningún sentimiento de rivalidad o envidia. Ni puede crear sentimiento alguno en el sentido de que se deba esperar una recompensa, porque cualquier acción hecha por el bien mismo es su propia recompensa. Y obrar por la comprensión del bien de lo que uno hace, nada tiene que ver con la duración del servicio ni el periodo de tiempo, pues el Bien está por encima del tiempo ”. Lo que el maestro espeta se vinc ula íntimamente con la labor del masón escocista: Propagar como indica la parábola del buen samaritano el sentir puro que el humanis mo trae en su concepto propio. Como un manifiesto tatuado en la piel, el Maestro debe progresar en la sociedad amándose a sí mismo y desplegando acción sobre sus semejantes. Allí, esculpiendo s u arte con las herramientas aprehendidas, triunfa la virtud sobre el celo, la envidia o el error que perecen ante su órbita de luz; desfallecidas por el goce de quien bien obra y naturalmente vence. A lo largo del siglo XIX, la mayor parte de las ideologías filosóficas, religiosas, políticas y económicas han puesto de relieve su inadecuación, sus limitaciones y su fracaso. Se evidencia como necesaria una renovación del pensamiento espiritual y de la ética para enderezar la situación en la que se halla inmersa la Humanidad. Frente a una globalización esencialmente materialista que desestabiliza o desarraiga a los individuos, empobrece a ciertas naciones, pervierte o exacerba las relaciones internacionales, el Rito Escocés Antiguo y Aceptado, tolerante, espiritualista y humanista, universalista y unificador, puede ofrecer a nuestros contemporáneos en busca de sentido y de perspectivas existenciales una vía de realización personal y colectiva. En todas partes, la Humanidad reclama con fuerza un renacimiento espiritual, una espiritualidad abierta al siglo XXI. Nuestro Rito Escocés Antiguo y Aceptado, por los valores que encarna, se inscribe en tal perspectiva:

  • El Humanismo Escocista es ante todo una filosofía que pone al hombre y a los valores humanos por encima de todo. Esta filosofía se refiere a cualquier pensamiento que ponga el desarrollo de las cualidades humanas esenciales al frente de sus preocupacione s. Su objetivo es el desarrollo del hombre más humano por la cultura y por su propia realización, siguiendo el camino de su conciencia y de su razón.
  • Este humanismo que propone el Escocismo se basa en el conocimiento del hombre y en la realización armoniosa de su naturaleza. Defiende rigurosamente todo lo que constituye s u mayor riqueza: independencia mental y libertad de acción. Denuncia todo lo que lo esclaviza o degrada. El ‘filosofismo’ por lo tanto consiste realmente en valorar al hombre desde una teoría básica, que el hombre está en posesión de capacidades intelectuales ilimitadas. Sólo hay que enseñarle a desarrollarse y a hacer buen uso de sus facultades.
  • Este humanismo es también un movimiento intelectual. Su filosofía busca una síntesis entre las civilizaciones estudiando a los grandes autores, el hombre digno del nombre es aquel cuya esencia es la cultura. Este retorno al pensamiento antiguo revivió ciertas nociones, en particular: la del hombre ideal que se realiza a sí mis mo logrando la mayor realización interior a través del estudio de las letras antiguas, las famosas humanidades. Redescubre los valores morales encarnados en antiguos textos y la afirmación de la libertad humana y de una cierta independencia mental. En este humanis mo pedagógico, la enseñanza está libre de toda presión y, por lo tanto, se opone la soberanía de la enseñanza escolástica medieval.
  • Este humanismo propone un cambio de perspectiva en la percepción que el hombre tiene de sí mis mo y del mundo en el que vive. Hay un rediseño de los ideales y prácticas de la vida social orientado hacia la civilidad. Es un humanis mo político. Estamos hablando de igualdad de derechos. El hombre, en virtud de su dignidad adquirida, no debe ser sometido a la dominación de nadie. Se distingue de otros seres por la libertad e independencia de su pensamiento y conciencia. Está libre de todo prejuicio. Tiene el valor de actuar según los principios que le parecen verdaderos, justos y bellos.
  • Este humanismo adhiere a una concepción filosófica de la antigüedad, expresada por Protágoras (480 a.C.) para la cual el hombre es el valor supremo absoluto. Así, según este humanis mo presocrático, es el hombre quien crea las diferencias en el lenguaje, el conocimiento o cualquier otra percepción y es a través de él y desde el su punto de vista que el bien y el mal, la verdad y la mentira, toman su definición.

Reflexionar sobre el sentido humanista del Rito Escocés Antiguo y Aceptado es analizar su ontología, aplicabilidad y proyección de su esencia en la Sociedad Contemporánea. Es difícil encontrar un Rito en el que se armonice tan equilibradamente el Espiritualis mo el Humanismo y la Libertad que son las tres columnas que sostienen al Escocismo. Este Rito permite, una alianza de hombres libres trabajando para el progreso espiritual, moral, intelectual y material de la Humanidad. En consecuencia, la vocación espiritual del Rito Escocés Antiguo y Aceptado lleva a un verdadero humanismo filantrópico. Su espiritualidad no es una escapatoria de la realidad, sino que emana de la búsqueda de lo que puede estar tras lo aparente, de una búsqueda de la verdad, de una aspiración a lo absoluto. Consiste en una vinculación con los valores tal como lo manifestara Max Weber, al tratar el plano axiológico-normativo (las normas con arreglo a valores) que tienden hacia lo infinito, lo sagrado; es la vida interior, la marcha personal hacia lo Bello, lo Bueno, lo Verdadero. Tiene la misma naturaleza que la búsqueda de la Palabra perdida. En el mundo contemporáneo, si el R.E.A.A. tiene un papel insustituible es por ser un sistema iniciático que trabaja glorificando un Principio trascendente. Sin ser una oración ni un acto de fe, transforma el templo en un espacio sagrado donde no existe lo temporal y les sitúa en estado de receptividad interior. La invocación del Gran Arquitecto del Universo eleva sus ceremonias hacia lo que está más allá de lo humano.

Si el hombre del siglo XXI quiere salvarse del caos material y espiritual q ue le amenaza, tiene que saber encontrar el carácter sagrado de su ser, para reconquistar su existencia. Atrevámonos a decir juntos que el futuro pertenece al Escocismo, porque sirve para formar a hombres de conocimiento impregnados de espiritualidad y de humanis mo, para los cuales justicia, equidad, respeto y amor al otro vienen a completar y enriquecer los valores de lo innato y de lo adquirido, hombres que se esfuerzan por entender, más que por convencer, y debe tener una única exigencia que se antoja imprescindible: la apertura hacia adentro y hacia fuera. Exigencia ésta que será precisa como la mejor solución para contribuir a hacer avanzar la reflexión, y las respuestas, en torno a la encrucijada social que nos ha tocado vivir. Como decía Séneca , la sociedad no es una muche dumbre congregada de cualquier modo, sino un conjunto de hombres vinc ulados por el respeto a la Justicia y la búsqueda del provecho común. Debemos seguir practicando el verdadero humanismo: ser el centro de la Unión reuniendo lo que está dis perso.

Quizás algunos puedan acusar este humanis mo de relativismo extremo, pero si la alternativa propuesta es el oscurantismo disfrazado de absolutismo, la hipótesis de una multiplicidad de visiones es mucho más apreciable que el sofocante silencio de un museo donde todas las salas están cerradas para que el visitante contemple sólo una obra determinada. Por el contrario, “en el museo del humanismo escocista, cada obra tiene igual dignidad, en la medida en que, cada grado de su escala, enriquece su forma y su contenido. Ninguna Mona Lisa se exhibirá nunca más que al lado y con el mismo respeto que cualquier otra pintura, de modo que son siempre y sólo los visitantes, con su inteligencia y sensibilidad, los que más morarán frente a las obras maestras que más perentoriamente provocan sus reacciones”.



CONGRESO ESCOCISTA ZONA ATLANTICA 2019
Auspiciado por el Supremo Consejo del Grado 33 para la República Argentina del REAA
Mar del Plata - 27, 28 y 29 de septiembre de 2019